En una hermosa homilía pronunciada hace siglos en la Basílica de Santa Ana en Jerusalén, San Juan Damasceno (675-749) señalaba lo siguiente: «Tenemos razones muy válidas para honrar el nacimiento de la Madre de Dios, por medio de la cual todo el género humano ha sido restaurado y la tristeza de la primera madre, Eva, se ha transformado en gozo».
Luego, el santo y doctor de la Iglesia añadía: «¡Oh feliz pareja, Joaquín y Ana, a ustedes está obligada toda la creación! Por medio de ustedes, en efecto, la creación ofreció al Creador el mejor de todos los dones, o sea, aquella augusta Madre, la única que fue digna del Creador».
Si bien es cierto que en los Evangelios no podemos encontrar abundante información sobre el nacimiento de María, es a través de la tradición como nos han llegado algunos datos importantes. Por ejemplo, considerando que María fue descendiente de David, es altamente probable que haya nacido en Belén; aunque otras tradiciones, como la griega o la armenia, ubican la cuna de María en Nazaret.
Para el siglo V ya existía en Jerusalén un santuario mariano situado junto a los restos de la «Piscina Probática» (Piscina o estanque de Betesda). Allí, debajo de la hermosa iglesia románica levantada por los cruzados (la Basílica de Santa Ana), se hallan los restos de una antigua basílica bizantina y unas criptas excavadas en la roca que parecen haber formado parte de una vivienda a la que se considera como la casa en la que nació y vivió la Virgen. Junto a esta tradición, fundada en textos apócrifos como el protoevangelio de Santiago (siglo II), se dice que Joaquín, padre de María, quien poseía un rebaño de ovejas, llevaba a la Piscina Probática aquellas que serían sacrificadas en el templo, con el propósito de lavarlas y dejarlas aptas para el sacrificio.
Hay numerosas evidencias del profundo amor que los cristianos profesan a María y de la importancia dada a esta fiesta que hoy celebramos conmemorando el nacimiento de la Madre de Dios. ¡Feliz cumpleaños Madre nuestra!
Crédito de la nota: ACI Prensa
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