22 noviembre, 2024

Wuhan, coronavirus, misioneros y un nuevo obispo

El pasado miércoles era consagrado el nuevo obispo de Wuhan, China, Mons. Francis Cui Qingqi, de 57 años, el sexto obispo en el país desde que la Santa Sede firmara un acuerdo provisional con el gobierno chino en septiembre de 2018.

El papa Francisco nombró a Mons. Francis Cui Qingqi obispo de la diócesis el 23 de junio, sin que el gobierno chino pusiera impedimentos, teniendo en cuenta la situación de la diócesis de Wuhan que ha estado en sede vacante, sin obispo, durante 14 años. No obstante, hace nueve años Cui había sido ya nombrado por las autoridades provinciales del Partido Comunista Chino para encabezar un «comité de gestión» de cinco miembros que supervisaba la diócesis.

El primer «obispo patriótico», es decir de la llamada «Iglesia patriótica», sometida al Partido Comunista Chino, fue precisamente un obispo de Wuhan, nombrado sin la aprobación del Vaticano en 1958. La propia diócesis de Wuhan fue creada de forma autónoma por las autoridades comunistas al fusionar tres históricas diócesis católicas: Hankou, Hanyang y Wuchang. La consagración del nuevo obispo celebrada esta semana ha tenido lugar en la Catedral de San José, originalmente la sede de la diócesis de Hankou, en la ciudad de Wuhan.

Esta ciudad, en la actualidad con 11 millones de habitantes, fue durante el siglo XIX un importante centro misionero. Allí los misioneros fundaron hospitales católicos, incluido el que actualmente se llama Hospital Central de Wuhan, en el que murió el primer médico que denunció la existencia del coronavirus, el Dr. Li Wenliang. El primer santo canonizado de China fue martirizado en 1840 en una cruz en Wuhan. San Juan Gabriel Perboyre, un sacerdote misionero vicentino francés. Santa Teresa del Niño Jesús, la patrona de las misiones, tenía una devoción especial por Perboyre y guardaba una estampa de él en su libro de oraciones. Perboyre fue beatificado en 1889 por el Papa León XIII y canonizado por San Juan Pablo II en 1996. «No sé qué me espera en el camino que se abre ante mí: sin duda la cruz, que es el pan de cada día del misionero», escribía él mismo desde Wuhan, porque “¿Qué otra cosa podemos esperar mejor, yendo a predicar a un Dios crucificado?”.

Crédito de la nota: Ompress.