«Deja que Jesús venga a ti, sane tus heridas y te enseñe a ver con el corazón». Esta fue la invitación del papa Francisco al recibir, esta mañana, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, a los miembros de la Asociación Voir Ensemble (Ver juntos) de Francia, constituida por personas ciegas o con deficiencias visuales, que realizan una peregrinación a Roma. Un signo, les dijo el Santo Padre, de la plena participación de los fieles con discapacidad en la comunión de la Iglesia.
La mirada de Jesús nos precede
El encuentro de Jesús con el ciego de nacimiento, episodio narrado en el Evangelio de Juan (cf. Jn 9,1-41) fue el punto de partida del discurso del Pontífice, quien recordó que es el Señor quien se acerca al ciego y ve que necesita ser liberado, salvado.
«La mirada de Jesús nos precede, es una mirada que llama al encuentro, que llama a la acción, a la ternura, a la fraternidad», afirmó Francisco. Y esto, continuó diciendo el Papa, es lo que el Señor nos llama a cultivar: la ternura y el estilo del encuentro. No como sus discípulos atrapados en la mirada que se tenía en aquella época de los ciegos, como nacidos en pecado o castigados por Dios, «prisioneros de una mirada de exclusión».
«En una cultura de prejuicios, Jesús rechaza radicalmente esta forma de ver», puntualizó el Papa.
Jesús no es indiferente al sufrimiento
«Hoy, por desgracia, estamos acostumbrados a percibir sólo el exterior de las cosas, el aspecto más superficial. Nuestra cultura dice que las personas son dignas de interés según su aspecto físico, su ropa, sus bonitas casas, sus coches de lujo, su posición social, su riqueza», advirtió el Papa al recordar que, como enseña el Evangelio, también la persona enferma o discapacitada, a partir de su fragilidad y de su limitación, puede estar en el centro del encuentro con Jesús, que abre a la vida y a la fe.
En otras palabras, Jesús invita a actuar inmediatamente, para consolar, aliviar y curar las heridas del otro, a «no permanecer indiferentes ante el sufrimiento», a tender una mano a quienes lo necesitan, pues «la Iglesia es como un hospital de campaña».
La paradoja de la ceguera
Retomando el pasaje evangélico, Francisco llama la atención sobre la paradoja que revela ya que el ciego al encontrarse con «Aquel que es la Luz del mundo» llega a ver, mientras «los que ven, a pesar de encontrarse con Jesús, siguen siendo ciegos e incapaces de ver». Una paradoja que a decir del Papa atraviesa muy a menudo nuestra propia vida y nuestra forma de creer.
En su discurso el Papa se refirió a una frase del libro «El Principito» de Saint-Exupéry, en el escribía: «No se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a nuestros ojos». De allí el llamado a ver con los ojos de Dios.
«Jesús nos invita a renovar nuestra forma de ver a las personas y las cosas. Nos propone una visión siempre nueva de nuestras relaciones con los demás, especialmente en la familia, de nuestra fragilidad humana, de la enfermedad y de la muerte. Nos invita a ver todo esto con los ojos de Dios». Esto, añadió el Santo Padre, porque «la fe no se reduce a un conjunto de creencias teóricas, tradiciones y costumbres. Es un vínculo y un camino de seguimiento de Jesús, que renueva nuestra manera de ver el mundo y a nuestros hermanos.
Ser testigos de la luz de Dios con sencillez
El Papa concluyó su discurso recordando a los miembros del la asociación que deben ser testigos de la luz como el ciego cuando profesaba su fe diciendo con sencillez: «Lo único que sé es que yo era ciego y ahora veo» (Jn 9,25). En este contexto, recordó que todos estamos llamados a dar testimonio de Jesús en nuestra vida con el estilo de la acogida y el amor fraterno.
«Deja que Jesús venga a ti, sane tus heridas y te enseñe a ver con el corazón. Sólo Él conoce verdaderamente el corazón del hombre, sólo Él puede liberarlo de la cerrazón y la rigidez y abrirlo a la vida y la esperanza», concluyó el Papa.
Crédito de la nota: Vatican News.
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