Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús es el nombre completo de la congregación y para este capítulo general en el que se deciden las directrices futuras de su instituto han adoptado como lema: «Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. Arraigados en Cristo junto a Comboni».
De hecho, les decía el Papa, «la misión –su fuente, su dinamismo y sus frutos– depende totalmente de la unión con Cristo y de la fuerza del Espíritu Santo». El secreto de la vida cristiana, y en especial de la misión, es que todo lo que hacemos «da fruto, porque no es obra nuestra, sino del amor de Cristo que actúa a través de nosotros». Por eso, «el misionero es el discípulo que está tan unido a su Maestro y Señor que sus manos, su mente, su corazón son “canales” del amor de Cristo».
Esa es la razón por la que grandes misioneros «como Daniel Comboni, pero también, por ejemplo, como la Madre Cabrini, vivieron su misión sintiéndose animados y “empujados” por el Corazón de Cristo, es decir, por el amor de Cristo. Y este “empuje” les ha permitido salir e ir más allá: no sólo de los límites geográficos y de las fronteras, sino ante todo más allá de sus propios límites personales».
Por ello, el papa Francisco los animó a «ir más allá, siempre mirando al horizonte, porque siempre hay un horizonte, para ir más allá».
«El rasgo esencial del Corazón de Cristo», continuaba el Papa en su intervención, «es la misericordia, la compasión, la ternura. Por eso, los misioneros están llamados a dar este testimonio del “estilo de Dios” en la misión». Estos tres rasgos de su estilo son «un lenguaje universal, que no conoce fronteras. Pero los combonianos no lo hacen de manera solitaria «sino como comunidad».
El Papa alababa así las líneas de trabajo de su Capítulo General: la regla de vida, el camino formativo, el ministerio y la comunión de bienes. No obstante, les dijo, «los planes, proyectos e iniciativas necesarias deben responder a las exigencias de la evangelización», un evangelización que sea alegre, mansa, valiente, paciente, llena de misericordia, hambrienta y sedienta de justicia pacífica, en fin: el estilo de las bienaventuranzas.
El discípulo y el misionero están dispuestos a entregar su vida hasta el martirio como testimonio de Jesucristo, señalaba el papa Francisco recordándoles a los combonianos la Evangelii gaudium, pero «su sueño no es llenarse de enemigos, sino que la Palabra sea acogida y manifieste su potencia liberadora y renovadora», así la comunidad cristiana y sobre todo el misionero «celebra y festeja cada pequeña victoria, cada paso adelante en la evangelización».
Crédito de la nota: OMPRESS.
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