Un llamado directo del Papa al presidente de Rusia, Vladimir Putin para que detenga la guerra, uno al presidente de Ucrania, Volodímir Zelensky para abrirse a propuestas de paz seria, un profundo dolor por la sangre derramada y una firme condena al riesgo de una escalada nuclear de consecuencias catastróficas. El discurso de Francisco antes del Ángelus no fue dedicada como de costumbre a una reflexión sobre el Evangelio del día, sino a un consistente y amplio llamamiento para poner fin a la guerra, la de Ucrania, «una herida terrible e inconcebible» que amenaza con la destrucción total, «un error y un horror».
Este enésimo llamamiento del Sucesor de Pedro no es el corolario de una audiencia general de los miércoles o el habitual llamamiento después del rezo mariano dominical, es un apremiante apelo a los implicados en esta guerra, pero también a la comunidad internacional para que «busque negociaciones capaces de conducir a soluciones no impuestas por la fuerza, sino consensuadas, justas y estables». Una preocupación del Papa por el futuro de la humanidad, por las jóvenes generaciones, para que no tengan que respirar «el aire contaminado de la guerra, que es una locura».
Crédito de la nota: Vatican News.
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