Encerrado a un lado por la Cordillera de los Andes y al otro por el Océano Pacífico, Chile aparece como una larga y estrecha franja de tierra atravesada de norte a sur por diferentes historias, culturas y pueblos. Uno de los principales objetivos que persigue el clero local es acompañar a una población tan heterogénea hacia la unión como una gran familia cristiana, superando distinciones y prejuicios.
Entre otras cosas, la Iglesia en Chile está sufriendo en los últimos años un aumento del ateísmo, especialmente entre los jóvenes, mientras que el alto porcentaje que se declara católico sigue sin ser practicante y los lugares de culto continúan despoblándose. Ya en 2017, el padre Gaetano Borgo, ahora párroco de Crespano del Grappa en la diócesis de Padua, destacó en su reportaje realizado para el centro misionero diocesano de la ciudad, cómo «la Iglesia chilena es, sin embargo, una comunidad extremadamente viva que quiere redimirse, que quiere estar entre la gente, convirtiéndose en un pastor entre las ovejas». ¿Y de qué manera? Con el diálogo, por supuesto, pero también con iniciativas concretas que a menudo, quizás esa maravillosa «creación» que caracteriza a Chile, surgen precisamente a raíz de la encíclica Laudato si’.
El extracto de la experiencia de la Iglesia chilena que se propone en este informe ha sido filtrado por la mirada crítica del arzobispo de la diócesis de La Serena, Monseñor René Osvaldo Rebolledo Salinas y Monseñor Luis Infanti della Mora, Vicario Apostólico de Aysén.
Cuatro orientaciones pastorales al servicio del hombre
El arzobispo René Osvaldo Rebolledo Salinas, en el documental realizado por el P. Borgo, ilustró las piedras angulares en las que se basa el compromiso de la Arquidiócesis de La Serena, destacando una serie de principios ampliamente reflejados en el texto del papa Francisco: el bien común, la paz social, la economía circular y la justicia distributiva.
Sin embargo, en la base de toda la construcción de la sociedad chilena se encuentra el mayor pilar, el de la familia, la primera iglesia doméstica. El deseo es redescubrir un espíritu de unión que apoye a las familias en la adversidad, para lograr un mínimo de bienestar colectivo.
El segundo pilar que sostiene la arquidiócesis de La Serena es la dignidad que se busca preservar o reconstruir, respecto a las personas que se ven obligadas a migrar por causas ambientales, catástrofes, hambrunas, sequías, provocadas principalmente por el cambio climático.
La Iglesia en Chile ha acogido durante años a personas procedentes principalmente de Haití, Perú y Venezuela, ofreciéndoles sustento y perspectivas de futuro. El sentido de la solidaridad se considera un deber con la humanidad que los fieles de la arquidiócesis cumplen con energía y optimismo. «La inmigración es también una riqueza desde el punto de vista cultural y religioso», confirma en el documental el padre Gianluca Roso, comboniano y ex director de las Obras Misionales Pontificias en Chile.
Muchos voluntarios de las parroquias se han comprometido a lo largo de los años a enseñar español a los que llegan al país, para facilitar al máximo la integración y la búsqueda de trabajo.
Finalmente, en cuanto al cuarto pilar de apoyo, la arquidiócesis de La Serena está involucrada en una intensa pastoral vocacional ya que, en pocos años, se ha producido una drástica disminución de las vocaciones por lo que los sacerdotes y monjas son una rareza. De forma inversamente proporcional, el compromiso de los laicos ha aumentado, por lo que la diócesis ha intensificado sus actividades de formación, instituyendo cursos sobre temas bíblicos y litúrgicos.
La diócesis de La Serena y el cuidado de la Casa Común
Los ejes de la acción pastoral de la Arquidiócesis de La Serena recuerdan con fuerza los llamados que el papa Francisco ha difundido en Laudato si’. De hecho, en el documento que resume el plan pastoral de la diócesis, se hace referencia explícita a la sostenibilidad medioambiental, a la solidaridad universal, al compromiso de reconciliación con la Creación y a la vocación de no ser dueños ni depredadores, sino custodios de la obra de Dios.
«Cuando una persona se para en este lugar llamado La Paloma -explica monseñor Rebolledo Salinas, refiriéndose a la zona lacustre de la región de Coquimbo- no puede dejar de pensar en el regalo que nos ha hecho el Papa con Laudato si’, desde donde se interpela y se invita a cada persona a actuar por el bien de los demás, por el bien de las generaciones futuras. Por tanto, no hay que tener nunca un pensamiento egoísta, no hay que pensar sólo en uno mismo, sino que hay que mirar al futuro para que los hijos de esta generación y los que vengan después puedan disfrutar de este gran bien que es la naturaleza, que Dios Nuestro Señor nos ha dado con esta extraordinaria belleza».
Con visión de futuro, la arquidiócesis ha centrado su compromiso en el cuidado de la Casa Común, proyectándolo sobre todo hacia las generaciones futuras y evitando detenerse sólo en las urgencias del momento presente.
Crédito de la nota: Vatican News.
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