El 2022 ha sido un año complejo, lleno de conflictos humanitarios y crisis climáticas que han acentuado aún más las desigualdades en el mundo. Los legados de la pandemia de Covid-19, la guerra ruso-ucraniana y las consiguientes crisis económicas debidas a la subida de los precios de los alimentos han puesto de rodillas sobre todo a los países en vías de desarrollo. En este alarmante panorama se incluye el estudio anual del Humanitarian Overview de la ONU, que registra que en el año 2022 son 149 millones los niños que mueren de hambre en todo el mundo.
Save the Children señala que el porcentaje de niños que luchan por sobrevivir, con respecto al año 2021, es un 20 % mayor, es decir, 26 millones. Los más afectados por las consecuencias de un año especialmente difícil son países como Afganistán y la República Democrática del Congo, seguidos de Etiopía, Yemen y Pakistán.
Según el análisis de Save the Children, Afganistán encabeza la lista con 14 millones de niños necesitados de ayuda, seguido de la República Democrática del Congo, donde la estimación es de 13,9 millones. La organización pide a los gobiernos que actúen, intensificando la diplomacia, para poner fin a la mayor crisis humanitaria jamás vivida por los menores.
Las causas
Teniendo en cuenta la inminencia del invierno y el hecho de que millones de niños viven sin un refugio adecuado, la situación humanitaria está destinada a empeorar. Las principales causas que no conducen a una respuesta humanitaria eficaz son la negligencia política y la falta de fondos. A menudo falta financiación y el acceso a las zonas afectadas por la malnutrición se ve obstaculizado por un entorno restrictivo y las limitaciones impuestas por la normativa y las sanciones antiterroristas.
Save the Children subraya que las principales causas que han provocado un aumento significativo del hambre y la desnutrición infantil han sido las crisis climáticas que no han facilitado la entrega de ayuda. En 2022, las inundaciones en Pakistán y las sequías provocaron una drástica escasez de alimentos en Etiopía y Somalia. Las crisis climáticas agravan la crisis alimentaria, repercutiendo en zonas del mundo donde la producción agrícola ya es limitada.
«En los últimos años han aumentado los conflictos», declara Daniele Timarco, portavoz de Save the Children, «y a esto se añade el Covid, que ha acentuado la dificultad de llevar suministros a los países que necesitan los recursos invertidos por la comunidad internacional».
La crisis en Congo y Afganistán
La República Democrática del Congo, con 13,9 millones de niños necesitados de ayuda humanitaria, sufre especialmente la crisis alimentaria. Sólo en los últimos meses, 390 mil personas han huido de sus hogares, agravando la crisis alimentaria. Hay 3,3 millones de niños menores de cinco años desnutridos y el 45% de las muertes en ese mismo grupo de edad siguen estando relacionadas con la desnutrición.
La crisis de la República Democrática del Congo no ha recibido suficientes respuestas de ayuda humanitaria; al contrario, se ha desatendido durante mucho tiempo y las misiones han recibido fondos insuficientes. Lo paradójico es que 2022 fue para el Congo el año con mayor número de personas necesitadas, pero aun así el país recibió menos de la mitad de los fondos estipulados por la ONU.
El Congo y Afganistán han sido dos países con prolongados conflictos internos, y en el caso de Afganistán la crisis climática ha tenido una gran influencia, provocando graves y prolongadas sequías.
«Ante esta situación, la capacidad de la comunidad internacional para aportar fondos y recursos está disminuyendo», afirma Timarco. «Los gobiernos han utilizado muchos recursos para invertir en el sostenimiento de sus propias economías como consecuencia de la crisis pandémica. La guerra ruso-ucraniana también ha tenido consecuencias económicas para los países que tradicionalmente han financiado actividades humanitarias. Por lo tanto, no hay recursos para hacer frente a esta crisis».
«En las zonas de conflicto es cada vez más difícil operar, por razones de seguridad y -explica- las vidas de los operadores corren peligro, por lo que es difícil estar presente».
Apoyo psicosocial a menores
A menudo no se tiene suficientemente en cuenta el componente de sufrimiento y angustia psicológica del niño. En cambio, lo más frecuente es que «un niño que sufre una crisis pase por una experiencia traumática», subraya. Por eso Save the Children quiso invertir en educación y escuelas en Afganistán, creando más de tres mil aulas, verdaderos «espacios seguros donde los niños pueden superar sus miedos y encontrar una dimensión de relación y juego, para crecer de forma sana desde el punto de vista psicológico». Una fuerte desestabilización psicológica sufrida a una edad temprana puede afectar mucho al aprendizaje y al futuro del niño y repercutir en las generaciones venideras.
Pero, por desgracia, el equilibrio psicosocial del niño «es una inversión que no se financia lo suficiente», concluye Timarco, «y puede comprometer la capacidad del niño para crecer de forma sana, y esto significa socavar el futuro de esa comunidad o población concreta».
Crédito de la nota: Vatican News.
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