La misionera recordaba que hacía 38 años que un pontífice no venía a la República Democrática del Congo, «con lo cual, para varias generaciones es la primera vez que veían al Papa». Ella confirma que el 85% de la población tiene menos de 45 años. La acogida al papa Francisco ha sido extraordinaria, como relata, «pocas horas después de su llegada a Kinshasa, yo llegué al aeropuerto y la alegría y la emoción de toda la gente era inmensa, gritaban que el Papa les había bendecido».
Francisca Sánchez recuerda algunas palabras del Papa que dirigió al pueblo Congoleño, «el Santo Padre dijo que este país es verdaderamente un diamante de la creación», pero añadió en el encuentro con las autoridades del país: «¡Pero ustedes (el pueblo) son infinitamente más preciosos que cualquier bien que salga de esta tierra fecunda!». Ella subraya que el paso del papa Francisco por África, «ha dejado huella muy especial».
Francisca menciona también el lema del viaje del pontífice: «Todos reconciliados con Jesús», que según confirma, «ha sido acogido por la gente con mucha esperanza de que se consiga la paz, la reconciliación y se pueda vivir y caminar juntos».
En cuanto a los frutos que se esperan de esta visita, Francisca Sánchez desea que la guerra del este de la República del Congo termine pronto, «y se pueda vivir unidos y reconciliados». Esta misionera cree que el Papa ha sembrado la paz en muchos corazones. De hecho, el papa Francisco ha pedido al presidente del país liberar a presos de baja condena, «y se están preparando centenares de liberaciones».
La misionera estuvo presente en el encuentro de oración de los religiosos y personas consagradas con el santo padre, en concreto, en la Catedral Notre Dame de Kinshasa. «Fue muy emocionante y como en todos los lugares, con una multitud enorme», recuerda. En el interior del templo se reunieron aproximadamente mil 200 personas, pero esta misionera estaba en el exterior junto a otras hermanas. «Lo primero que nos dijo era que estaba feliz de encontrarse con ellos en el día de la vida consagrada, y nos recordó a Simeón, porque nosotros esperamos la luz del Señor para que ilumine las tinieblas de nuestra vida», apuntó la comboniana.
En ese encuentro, el Papa habló de la paz y recordó que los cristianos «están llamados a ser misioneros de paz, y a colaborar con todos, a romper el ciclo de la violencia, a desmantelar las tramas del odio». Y a todos los presentes les invitó a la vida de oración, de comunidad, «de salir a las periferias y ensuciarse las manos». A Francisca Sánchez le ha marcado ver al Papa en silla de ruedas, «y su valentía, sus profundos mensajes de paz, de esperanza, de escucha, reconciliación y la denuncia cuando era necesario».
De su viaje, también resalta el encuentro con las víctimas del este del país, a los que dijo que sus lágrimas, «son mis lágrimas, su dolor, es mi dolor», y volvió a clamar, como subraya esta misionera, «no a la violencia, un no a la resignación, y un sí, a la paz, y un sí, a la esperanza».
Otro momento que destaca del viaje del Santo Padre es el encuentro con los jóvenes, a los que dijo: «¡Avancen, con valentía!, ¡Nunca se desanimen!», y les invitó a que cuando estuvieran tristes, «toma el Evangelio y mira a Jesús, él te dará fuerzas».
Francisca Sánchez pasó de su pueblo natal Gajates en España, a vivir en misión en África desde hace 34 años. Su primer destino fue en Nangazii, en el Zaire (actual República Democrática del Congo), donde notó mucha pobreza, como ella misma relata, «e injusticia a todos los niveles». Allí trabajó durante seis años con los enfermos de lepra, «y en sus visitas a los poblados me enseñaron la acogida, la aceptación, la paciencia y el compartir lo poco que tenían».
Otra de sus misiones en ese mismo país fue en Isiro, durante cinco años, donde trabajó en el hospital general, «en el pabellón de enfermos de pulmón y de Sida». Ella además, visitaba la cárcel central para ayudar a presos en situaciones complicadas. Además, también ha trabajado en Kinshasa en la formación con los jóvenes, «y en estos años el país ha evolucionado muchísimo en todos los niveles», reconoce.
Otro de sus destinos ha sido Togo, donde estuvo 13 años, en Lomé, con una tarea de acompañamiento a enfermos de Sida y visitas en la cárcel. «Me costó un poco el cambio de país, porque la lengua era muy difícil y el clima bastante malo», subraya. Pero de nuevo, para ella lo mejor fue la acogida de la gente, «el corazón no se parte en dos por el cambio, al contrario, se ensancha para acoger y amar más a todos».
A Francisca Sánchez, África le ha ayudado a madurar, «te hace crecer humana y espiritualmente». Confiesa que ha tocado mucho dolor, «tengo imágenes grabadas que no olvidaré fácilmente». Esta misionera admite que la gente le ha formado y le ha enseñado hasta a rezar, «viendo su entrega y donación».
En la actualidad, Francisca vive en Kisangani, en la República Democrática del Congo, a unos mil 500 kilómetros de la capital del país. En la comunidad viven cuatro hermanas de diferentes nacionalidades, y ella como única española. Además, conviven con cuatro postulantes en formación para ser misioneras, todas ellas africanas. En cuanto su actual misión, Francisca es la coordinadora de la comunidad y acompaña a los grupos jóvenes de la parroquia. «Cuando el tiempo me lo permite voy a una parroquia de la periferia para trabajar con mujeres y jóvenes», dijo.
Además, colabora con el centro de San Lorenzo de los Padres de los Sagrados Corazones, que acoge a chicos y chicas abandonados, y trabaja con ellos en temas educativos. «Es una experiencia entrañable, tienen tantas heridas, y necesitan acogida y escucha que genera vida», insiste. La misionera comboniana lamenta que el este del país todavía viva en guerra, «con bombardeos y muchos muertos».
Crédito de la nota: OMPRESS.
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