21 noviembre, 2024

Tercera predicación de Cuaresma: «¡Dios es amor!»

Este viernes el papa Francisco asistió, junto a diversos miembros de la Curia Romana, a la tercera predicación de Cuaresma del cardenal Raniero Cantalamessa, quien se refirió a Dios en su calidad de «amor», el que te ama y no te juzga.

«¡Dios es amor!» fue el tema que abordó el cardenal Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia en su tercera predicación de cuaresma que tuvo lugar esta mañana en el Aula Pablo VI de la Ciudad del Vaticano ante la presencia del papa Francisco.

¡Necesitamos teología!

El predicador comenzó explicando que su meditación se centraría totalmente en Dios puesto que la teología, es decir, «el discurso sobre Dios, no puede quedar ajena a la realidad del Sínodo, tal como no puede quedar ajena a cualquier otro momento de la vida de la Iglesia. Sin teología, la fe se convertiría fácilmente en repetición muerta; le faltaría el instrumento principal para su inculturación».

Teología basada en el Espíritu Santo

Tras destacar que la «teología necesita una profunda renovación» porque el pueblo de Dios tiene necesidad de «una teología que no hable de Dios siempre y sólo ‘en tercera persona’», el purpurado preguntó: «Pero, ¿dónde podemos encontrar ahora una teología que se base en el Espíritu Santo, en lugar de categorías de sabiduría humana, para conocer ‘las profundidades de Dios’? Para esto, es necesario recurrir a materias llamadas ‘opcionales’: a la ‘Teología espiritual’, o a la ‘Teología pastoral’».

Añadió que «si algo podemos aprender de los Padres de la Iglesia es que se puede ser profundo sin ser oscuro». De hecho, destacó que san Gregorio Magno dice que la Sagrada Escritura es «simple y profunda, como un río en el que, por así decirlo, un cordero puede caminar y un elefante puede nadar… La teología debe inspirarse en este modelo. Todos deben poder encontrar pan para sus dientes: la persona simple, su alimento y la instruida, doctrina refinada para su paladar. Sin mencionar que lo que permanece oculto ‘a los sabios e inteligentes’ a menudo se revela a los ‘pequeños’».

¡Dios te ama!

El cardenal Cantalamessa dijo que «la noticia más hermosa que la Iglesia tiene que hacer resonar en el mundo, la que todo corazón humano espera escuchar, es: ‘¡Dios te ama!’. Esta certeza debe socavar y sustituir la que siempre hemos llevado dentro de nosotros: ‘¡Dios te juzga!’».

Al respecto aludió a la afirmación solemne de Juan: «Dios es amor, que debe acompañar, como nota de fondo, todo anuncio cristiano, aun cuando deba recordar, como lo hace el Evangelio, las exigencias prácticas de este amor».

Por otra parte, en esta meditación el predicador puso de manifiesto «cómo, a partir de la revelación de Dios como amor, se iluminan con nueva luz los principales misterios de nuestra fe: la Trinidad, la Encarnación y la Pasión de Cristo, y se hace menos difícil hacerlos comprender al pueblo de Dios. Cuando san Pablo define a los ministros de Cristo como ‘dispensadores de los misterios de Dios’ se refiere a estos misterios de la fe, no a los ritos, ni siquiera en primer lugar a los sacramentos».

¿Por qué la Trinidad?

Comenzando con el misterio de la Trinidad, el predicador recordó que «los cristianos creemos que Dios es uno y trino… porque creemos que Dios es amor. Todo amor es amor de alguien, o de algo; no hay amor vacío, sin objeto, así como no hay conocimiento que no sea conocimiento de alguien o de algo… Los cristianos creen, por tanto, en la unidad de Dios: una unidad, sin embargo, no matemática y numérica, sino de amor y de comunión, añadió el purpurado, invitando a pensar que “el misterio de los misterios” no es la Trinidad, “sino comprender lo que es realmente el amor».

¿Por qué la encarnación?

El cardenal Cantalamessa abordó otro gran misterio que hay que creer y proclamar al mundo: la Encarnación del Verbo. «También ella –dijo– revela una nueva dimensión vista a la luz de Dios amor». Pero «¿por qué Dios se hizo hombre?… Es porque sólo uno que era al mismo tiempo hombre y Dios podía redimirnos del pecado. Como hombre, en efecto, podía representar a toda la humanidad y, como Dios, lo que hacía tenía un valor infinito, proporcionado a la deuda que el hombre había contraído con Dios al pecar».

¿Por qué la pasión?

El cardenal Cantalamessa llegó al tercer gran misterio: la pasión y muerte de Cristo que estamos a punto de celebrar en la Pascua, el predicador recordó que «las heridas, la cruz y el dolor, hechos negativos y, como tales, sólo privación del bien, pueden producir una realidad positiva como la salvación de toda la humanidad…¡La verdad es que no fuimos salvados por el dolor de Cristo, sino por su amor! Más precisamente, por el amor que se expresa en el sacrificio de sí mismo. ¡Del amor crucificado!».

Y añadió que «La muerte es el signo, el amor el significado. El evangelista san Juan pone una llave de comprensión al comienzo de su relato de la Pasión: ‘Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo’… En realidad, es más bien Dios quien hizo el gran sacrificio de darnos a su Hijo, de no ‘ahorrárselo’, como Abraham hizo el sacrificio de no ahorrarse a su hijo Isaac. ¡Dios es más el sujeto que el destinatario del sacrificio de la cruz!».

Hacia el final de su predicación el cardenal Cantalamessa sugirió decir en la oración a Dios Padre: «¡Padre, te amo con el amor con que te ama tu Hijo Jesús! Y decirle a Jesús: “Jesús, te amo con el amor con que te ama tu Padre celestial”. ¡Y saber con certeza que no es una ilusión!».

Crédito de la nota: Vatican News.