El Covid-19 ha empujado a la pobreza a unos cien millones de niños. Cerca de mil quinientos millones de menores, también debido a la pandemia, han sufrido un brusco retroceso en su educación. Son datos alarmantes, proporcionados por la organización Save the Children, que denuncia que el fin de la emergencia sanitaria establecida por la OMS no ha cancelado las secuelas que tienen que afrontar los jóvenes de todo el mundo.
Las consecuencias de la pandemia
Gianluca Ranzato, responsable humanitario internacional de Stc, explica que «la falta de acceso a la educación, la escasa o nula protección de la salud física y psicológica, junto con la desaceleración económica mundial, han hecho de los menores la categoría más afectada por la pandemia.
La falta de protección de su vulnerabilidad y fragilidad -especialmente de los que proceden de zonas extremadamente pobres, o de escenarios de conflicto o cambio climático- ha provocado un empeoramiento de su condición sin precedentes en la historia reciente». Atendiendo a las zonas geográficas afectadas, Ranzato explica cómo una de las situaciones más críticas se da en el Cuerno de África, «donde hay una sequía que dura ya años», y luego en el Sahel, «donde la combinación, una vez más, de sequía y conflicto hace que aumenten las dramáticas consecuencias para los niños». A estas dos zonas se suman Afganistán y Pakistán, países azotados el año pasado por gravísimas inundaciones, y otras naciones como Líbano, devastadas por las consecuencias de profundas crisis económicas.
Soluciones para mejorar
En este punto es necesario volver a dar prioridad a los derechos de la infancia, incluso a costa de los intereses geopolíticos que conducen a las guerras y a la lucha por el control de los recursos. «En otros contextos», añade Ranzato, «es necesario centrarse en la educación de calidad, el acceso a los servicios sanitarios y la lucha contra las desigualdades para permitir a todos los niños un futuro digno».
Por ello, los gobiernos, a pesar de que la pandemia se haya declarado superada, deben seguir invirtiendo para que, entre otras cosas, «los sistemas sanitarios sean de calidad, accesibles a todos», y para que la educación sea «la llave que abra el mañana».
Crédito de la nota: Vatican News.
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