«Quería encontrar mi lugar en la Iglesia, en la JMJ encontré la respuesta que buscaba». La hermana María Catalina Gasco González recuerda bien aquella Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, en 2011. La joven religiosa argentina, perteneciente a la Congregación de las Carmelitas Misioneras del Espíritu Santo, ahora vive en Francia y atiende la Casa de la Familia Martín en Alençon, cuna de una de las mayores santas de nuestro tiempo, santa Teresa del Niño Jesús. Ella relata a Vatican News cómo aquel acontecimiento de hace doce años contribuyó a su discernimiento vocacional.
Catalina asistió al evento en la capital española, partiendo desde su tierra natal con un grupo de jóvenes de la parroquia a la que pertenecía. Era su primera Jornada Mundial de la Juventud. Llegó al encuentro tras vivir dos semanas de «pre-Jornada», una peregrinación entre Italia, Portugal y España. Semanas que fueron muy importantes para ella porque le ayudaron a tener una visión más amplia de la diversidad de carismas en la Iglesia.
La tienda del encuentro
Uno de los espacios más característicos de la Jornada Mundial es la «tienda del encuentro», un lugar donde Catalina tiene una fuerte experiencia de oración. Sale de la tienda con ganas de entender aún más a qué está llamada y por eso visita los stands de las distintas familias religiosas. Entra y se informa en cada puesto, hasta que se encuentra con la orden de las Carmelitas. Nunca había oído hablar del Carmelo hasta entonces, pero enseguida se sintió atraída por el carisma y la espiritualidad carmelitas: «En ese momento comprendí claramente que mi alma era carmelita, el Carmelo era mi lugar en la Iglesia. En España conocí el carisma que había estado viviendo dentro de mí sin saberlo, y ese fue el primer paso para conocerlo y descubrirlo más y llegar donde estoy hoy».
La JMJ deja una huella indeleble
La JMJ ha dejado una «huella indeleble» en el corazón y el alma de los jóvenes, así como en todos los que participan. «Es una oportunidad muy bonita para que los jóvenes entiendan también que en la Iglesia hay sitio para todos», afirma la hermana María Catalina. «Es un encuentro que ayuda a mirar dentro de uno mismo, y a mirar a los demás como un don. También parece algo utópico porque es bonito ver cómo todos se saludan incluso sin conocerse, sin hablar a veces el mismo idioma incluso sólo con gestos. En la JMJ nos sentimos como en familia».
El Papa y la cercanía de Dios
Durante el Encuentro Mundial de la Juventud, muchos descubren su vocación, dice la religiosa argentina. Ella no ha sido la primera y seguramente no será la última. Son días intensos en los que se tiene la oportunidad de hacer un buen camino de conocimiento y crecimiento, espiritual y humano. «La experiencia de estar rodeada de personas de todo el mundo, de culturas diferentes, pero unidas por un mismo ideal, por un único lenguaje que es el del amor, el de ser hermanos en la fe y en Cristo que se encuentra en la mirada de los peregrinos», afirma.
En la JMJ, prosigue la religiosa, «se experimenta una fe viva, una Iglesia viva en la que los jóvenes son también una parte importante, como le gusta subrayar al Santo Padre Francisco». Y es precisamente al hablar de Francisco, su Papa compatriota, cuando se le dibuja una sonrisa: «Es una gracia tener como Papa a alguien de nuestra patria», dice. «En él vemos muchas características del pueblo argentino y su presencia me recuerda que ¡nuestro Dios está cerca de nosotros!»
Crédito de la nota: Vatican News.
Más historias
Acutis y Frassati, el millenial y el estudiante que serán santos en el Jubileo
Escuelas en riesgo por los desastres naturales en Filipinas
Pakistán: hacia la beatificación del joven Akash Bashir