En la parroquia de Santa María de la Asunción de Mawlamyine, en el sur de Myanmar, más de 700 niños reciben asistencia humanitaria y formación diaria. En otras de las 14 parroquias de la diócesis de Mawlamyine, también se reciben a cientos de niños para el mismo servicio. «Son los hijos de las familias desplazadas internamente, varios miles en nuestra diócesis», dice a la Agencia Fides Maurice Nyunt Wai, obispo de Mawlamyine.
«Muchas familias, católicas y no católicas», explica, «quedaron atrapadas en medio de los tiroteos entre el ejército regular y las Fuerzas de Defensa Popular (FDP), compuestas principalmente por jóvenes opuestos a la dictadura militar. Por eso han huido a los bosques, donde sobreviven con enormes dificultades. La situación es crítica. El sustento diario es un reto. Los servicios sociales están paralizados. Los niños y los jóvenes no van a la escuela. Por eso acuden a nuestras parroquias en busca de ayuda. Con sacerdotes, catequistas y voluntarios, las parroquias organizan un servicio escolar y de ayuda humanitaria de primera necesidad», dice el obispo Maurice Nyunt Wai.
En la diócesis, que cuenta con unos 15 mil católicos de una población de unos 2.7 millones, «los sacerdotes, religiosos y fieles», prosigue el obispo, «deben ser muy pacientes y prudentes, porque las palabras pronunciadas en las liturgias o los gestos de ayuda humanitaria pueden ser considerados por el ejército como un apoyo a las milicias de las FDP y generar así represalias contra el personal de la Iglesia o contra nuestras iglesias y estructuras. Debemos seguir actuando con caridad, para dar consuelo y esperanza, pero sin hacer ruido, en silencio y con disimulo. Confiemos al Señor este tiempo de prueba, tratando de hacer todo lo posible para aliviar el dolor y el malestar de la gente: es la población civil la que sufre las duras consecuencias del conflicto, también porque los militares no permiten que las organizaciones humanitarias ayuden, confundiendo esta ayuda con un apoyo a las milicias», sostiene el obispo de Mawlamyine.
El obispo Maurice Nyunt Wai señala: «En este momento, gracias a Dios, seguimos celebrando la liturgia dominical y los sacramentos en nuestras iglesias, sin problemas particulares. Pero algunas parroquias están vacías y cerradas porque los fieles, desplazados internos, han huido a los bosques o por falta de condiciones mínimas de seguridad: en esas zonas, hasta las actividades de culto están suspendidas. Intento apoyar espiritual y materialmente a los sacerdotes, religiosos y catequistas que están más cerca de la gente, que conocen a las familias y hacen todo lo que pueden para apoyarlas. Vivimos tiempos de sufrimiento, el tejido social de nuestras comunidades está deshilachado. La gente está cansada, triste y desorientada, por la violencia que no cesa. Pero, en tiempos de prueba, los fieles dan un fuerte testimonio de fe, siguen acudiendo a las iglesias y rezando intensamente. Nuestro refugio, nuestra roca es el Señor. Nos encomendamos a Él y pedimos la protección de la Virgen María».
Crédito de la nota: Agencia Fides
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