Ahora el miedo también ha llegado a Belén. El eco trágico de los acontecimientos en Israel y en la Franja de Gaza ha llegado a bañar lo que hasta hace unos días podía considerarse un oasis de paz, construido a poca distancia de la Gruta de la Leche, el lugar donde la tradición cuenta que unas gotas de leche, que cayeron del pecho de la Virgen María mientras amamantaba, colorearon milagrosamente de blanco una piedra rosada. Un oasis llamado «Casa del Fanciullo» (Casa del Niño) que, entre un viñedo y un campo de fútbol, acoge a una treintena de niños y jóvenes arrancados a la calle y a un futuro de penurias y dificultades.
Situación alarmante
«Llevo aquí nueve años y puedo decir que esta vez la situación es más grave que otras crisis que han estallado en el pasado», afirma fray Sandro Tomašević, vicepárroco franciscano y director de la casa familiar fundada por la Custodia de Tierra Santa en 2007, tras la segunda intifada palestina. «Hasta ahora -añade- nuestras parroquias y conventos no han sufrido daños y no hay víctimas en esas zonas. Desde aquí, sin embargo, oímos ruidos de bombas, de misiles». El principal temor del religioso es también por los numerosos peregrinos que aún permanecen en la ciudad, pero que no deberían correr peligro inminente: «Confío en que pronto puedan regresar a sus países sin problemas».
Oración en aumento
La actividad de la Iglesia, en lo inmediato, no se ha visto interrumpida. Al contrario, subraya fray Tomašević, «puedo decir que en tiempos de guerra, la gente reza más. Por ejemplo, en las cuatro misas que celebramos ayer aquí en Belén, la asistencia fue muy alta». Un signo de que la esperanza de paz aún no se ha desvanecido. La Iglesia misma -concluye el franciscano- nos invita a tener esperanza. La violencia no puede ser eterna».
Crédito de la nota: Vatican News.
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