A continuación presentamos el texto del padre Ibrahim Faltas, ofm, Vicario de la Custodia de Tierra Santa:
Durante muchos años he sido director de las Escuelas de la Custodia de Tierra Santa. En Jerusalén, en Cisjordania y en todas nuestras dieciocho escuelas, siempre hemos favorecido la educación escolar y personal, hemos fomentado la acogida y la inclusión, y hemos transmitido valores de solidaridad y fraternidad.
Los jóvenes y los niños, aunque procedan de realidades y entornos diferentes, todos tienen la fuerza de la pureza de corazón y muestran naturalmente comportamientos de paz. Lo he experimentado escuchando sus temores y observando su anhelo y deseo de paz.
Por la mañana, antes de la clase, recitan juntos, cristianos y musulmanes, la oración de san Francisco: «¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz!». Es un momento fuerte y hermoso: un signo de unidad y fraternidad.
Verlos jugar y corretear por los patios del colegio me convence de que la paz es acción, es movimiento, es vida, no es sólo ausencia de guerra.
La escuela, además de proporcionar formación a través del itinerario educativo, también debe proporcionar herramientas para la formación personal.
En Tierra Santa, el itinerario educativo necesita más atención y más implicación por parte de todos los componentes de la escuela. A las asignaturas y disciplinas previstas en una organización escolar normal, hay que añadir la educación para la paz, que no tiene un horario semanal establecido, sino que forma parte esencial de cada momento vivido dentro y fuera de la escuela.
La educación para la paz no tiene libro de texto, pero el comportamiento es la herramienta que todos deben utilizar continuamente, profesores, padres, alumnos, y debe dirigirse a todos, especialmente en las zonas afectadas y amenazadas por la guerra.
En todas partes del mundo, la educación escolar debe evitar la competencia y privilegiar el compartir y el apoyo mutuo. Allí donde se vive y se respira la guerra, esto es indispensable.
El deporte, el teatro y la música son actividades que contribuyen concretamente a la educación y a una cultura de paz.
Hace unos días inauguramos un teatro en la Escuela de Tierra Santa en Jerusalén, el año pasado una piscina también en Jerusalén y hace unos años un campo de fútbol sala en Belén. Son entornos necesarios para que nuestros niños y niñas crezcan, para que se construyan como hombres y mujeres de paz en el futuro.
Aprenden así el respeto y la solidaridad necesarios para formar parte de un equipo con un mismo objetivo común: superar el egoísmo y la opresión.
Gracias a la generosidad de un sacerdote, el padre Giuseppe Ballia, fallecido prematuramente, pudimos completar el teatro. Los jóvenes y los niños actuaron en presencia del Ministro General de la Orden Franciscana de Hermanos Menores, el padre Massimo Fusarelli, el Nuncio Apostólico y el Padre Custodio, embajadores, cónsules, directores de otras escuelas y muchos frailes. Los jóvenes en el escenario estaban emocionados, pero muy preparados en canciones y bailes tradicionales. Su actuación se titulaba «¡Somos esperanza!» y estoy seguro de que su compromiso en el escenario se hará realidad en sus vidas.
El deporte, el teatro y la música ayudan a los niños y jóvenes de Tierra Santa, tan castigada por la guerra, a crecer en entornos pacíficos, con respeto mutuo y compartiendo actitudes pacíficas.
Crédito de la nota: Agencia Fides.
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