El Obispo es originario de Borneo, pero desde que era un joven seminarista dejó su tierra natal para realizar sus estudios filosóficos y teológicos, trasladándose primero a Sumatra, luego a Yakarta y finalmente a Roma, para el gobierno de la Orden a la que pertenece.
«Nuestros católicos –explica a la Agencia Fides– son inmigrantes de la isla de Flores o indígenas Dayak», etnia a la que también pertenece el Obispo. «Son personas subdesarrolladas económica y socialmente, trabajadores de las minas, agricultores, jornaleros con salarios bajos y un nivel de educación modesto. Viven la fe de los sencillos, de los humildes, de los pobres. Este es nuestro pueblo de Dios, un pueblo de gente pequeña», afirma.
La comunidad eclesial, en su pobreza, intenta ayudar al pueblo dirigiendo cuatro escuelas primarias y una escuela media para chicos. «Seguimos llevando la buena nueva al interior y a la montaña, a aldeas remotas donde se llega con extrema dificultad, gracias sobre todo al trabajo y al apoyo de los catequistas que se ofrecen a acompañarme en moto, por pistas de tierra, en viajes de hasta cinco horas, para llegar a una sola aldea donde viven pocos bautizados», recuerda.
La misión en el territorio de la diócesis, donde la presencia de comunidades musulmanas es fuerte y arraigada, «significa para nosotros ser personas de diálogo, siempre atentas, disponibles, abiertas, caritativas con el prójimo». «Y significa permanecer -como enseña san Francisco- en minoría, estar en el último lugar y no intentar sobresalir o superar a los demás», señala, recordando las palabras del santo de Asís, que exhortaba a sus hermanos, enviados a tierras del Islam, a «no hacer riñas ni disputas».
Esta actitud de pequeñez se ha mantenido «incluso cuando algunos grupos musulmanes han bloqueado la construcción de una nueva iglesia, a pesar de que habíamos recibido el permiso oficial de las autoridades civiles y gubernamentales».
«Vivir la fe en nuestro territorio a veces no es fácil», señala el obispo Dwiardy, «por eso elegí el lema “ardere et lucere”, para subrayar la llamada a arder con el fuego del Espíritu Santo, a ser la luz del mundo», afirma.
Crédito de la nota: Fides
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