Las zonas afectadas están marcadas por la interrupción de las clases. Las escuelas seriamente dañadas han provocado el desplazamiento de unos 380 mil estudiantes durante las catástrofes naturales de 2024. Además, 4 mil 771 escuelas con 3.8 millones de alumnos están catalogadas como de «alto riesgo» de pérdida de aprendizaje debido a las frecuentes catástrofes naturales.
Esta adversidad ha agravado la situación del sistema educativo nacional, que ya era crítica: Filipinas tiene una población de algo más de 115 millones de habitantes, 5 millones de los cuales viven en la extrema pobreza. La relación entre pobreza y falta de educación se manifiesta en un círculo vicioso: la pobreza también es consecuencia de un acceso deficiente a la educación, y la falta de educación alimenta la pobreza. La educación ha ido decayendo en los últimos años: en 2022, Filipinas ocupaba el puesto 77 de 81 países en cuanto a la solidez de su sistema educativo. Nueve de cada 10 estudiantes eran incapaces de comprender material básico de lectura a la edad de 10 años y el país ocupaba el último lugar en lectura y matemáticas y el antepenúltimo en ciencias en el Program for International Students Assessment (PISA) en 2022.
Dada la evidente necesidad de mejorar la educación, se hace hincapié en la participación del sector privado para crear oportunidades de aprendizaje y empleo para los jóvenes. En este marco, la Iglesia católica participa activamente en la lucha contra el problema del analfabetismo y los retos que asolan el sistema de educación básica, describiéndolos. Son «gritos desesperados» que no pueden ser ignorados, ha dicho monseñor Romulo Valles, arzobispo de Davao, dirigiéndose a los educadores y profesores cristianos, llamándoles a ser «agentes de esperanza», durante la homilía de la misa de apertura de la Asamblea Nacional 2024 de la Asociación de Educación Católica de Filipinas (CEAP) en la ciudad de Davao.
En cuanto a la educación básica, las estadísticas son alarmantes: según los datos del Banco Mundial de 2022 sobre pobreza intelectual, al menos el 90 por ciento de los niños filipinos de 10 años tienen dificultades para leer o comprender textos sencillos, mientras que la tasa de abandono escolar sigue siendo alta. Abordar estos problemas requiere «la máxima cooperación, paciencia y perseverancia por parte de las instituciones católicas», ha declarado el arzobispo Valles.
Crédito de la nota: Fides
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