10 marzo, 2025

Una odisea egipcia para descubrir a los cristianos de Oriente

Lejos del tradicional viaje turístico a Egipto, una docena de jóvenes franceses han elegido viajar de otra manera con la asociación «Obra de Oriente». Durante una semana, descubrieron la cuna de la humanidad y del cristianismo a través de encuentros con comunidades religiosas cristianas y con las personas a las que ayudan.

Es una forma de viajar que trasciende. En este país situado en la encrucijada de dos continentes, una docena de jóvenes franceses, de entre 25 y 33 años, conocen la vida cotidiana y las aspiraciones de los cristianos de Oriente visitando diversas comunidades religiosas que ayudan a las poblaciones locales e inmigrantes desfavorecidas.

Este viaje espiritual y afectivo les lleva primero a los Misioneros Combonianos de El Cairo, que acogen a refugiados eritreos de todas las edades, en el corazón del barrio copto de la capital egipcia, y después, más lejos, a lo largo del delta del Nilo, a los coptos de Luxor, a través de los Pequeños Hermanos de Jesús, establecidos en el pueblo de Hagaza desde los años setenta.

Esta iniciativa de «La Obra de Oriente», que trabaja con los cristianos de la región desde 1856, es una novedad. La dirige Nicolás Meslin Sainte Beuve, responsable de proyectos de servicio a la juventud de la asociación desde hace dos años. El objetivo es que estos jóvenes conozcan «de primera mano la realidad de los cristianos en Oriente» para que luego puedan dar testimonio de ella. «Nos gustaría hacer comprender a los franceses que las grandes crisis en curso en Oriente Próximo y Oriente Medio no deben dejarnos indiferentes, sobre todo porque tienen consecuencias en Francia, en particular con la cuestión de los refugiados. Si intelectualmente comprendemos que la cuna del cristianismo está aquí, en el día a día puede olvidarse por completo», comenta.

En Egipto, con 109 millones de habitantes, alrededor del 90% de la población es musulmana, el 10% copta y la mayoría ortodoxa. Los coptos, descendientes de la cultura ancestral egipcia y fundadores del monacato, representan la mayor comunidad cristiana de Oriente Próximo. Nicolás Meslin Sainte Beuve espera que esta semana de encuentros con las comunidades, «ya sean coptos ortodoxos, coptos católicos o católicos de rito latino», sensibilice a los jóvenes en esta tierra que ha contribuido a la difusión del cristianismo.

Una aventura humana

Algunos de los que participan en esta aventura, como Maxime, de 33 años, ya tienen experiencia de voluntariado al servicio de los cristianos de Oriente. Para Maxime, que pasó un año trabajando como cuidador en una comunidad religiosa del Líbano, Egipto es un «sueño de infancia». Esta forma de viajar le permite descubrir lugares desconocidos para el gran público, pero también comprender cuál es la mejor manera de «ayudar a nuestros hermanos y hermanas del otro lado del Mediterráneo».

Xavie, originaria de la región de Alsacia, en Francia, de 25 años, también ha hecho voluntariado en Oriente: tres meses en Tierra Santa trabajando con refugiados, una experiencia que le hizo tomar conciencia de la importancia de los cristianos orientales. Ahora es vendedora en la industria aeronáutica en Alemania, y sigue optando por descubrir las realidades de los cristianos orientales, porque, dice, «cuanto más aprendes, más eres capaz de transmitir».

Su entusiasmo es contagioso. Gracias a ella, su amiga Agathe se unió a la aventura egipcia. Para esta banquera agrícola del norte de Francia, este descubrimiento de las comunidades orientales es una primicia. «Estoy preparada para la transformación», sonríe. Albane tampoco conocía a los cristianos orientales, pero cuando se enteró de este viaje épico a través de una amiga, «sin dudarlo», se unió al grupo impulsada por el deseo de viajar de forma diferente en un país donde su abuelo vivió sus primeros años.

Descubrir la convivencia entre musulmanes y cristianos

A lo largo de la peregrinación de estos jóvenes, brillan el encanto de Oriente y la humanidad de las comunidades. A su regreso del pueblo de Hagaza, símbolo de la coexistencia de musulmanes y coptos católicos, donde estos últimos dirigen una escuela para niños de todas las religiones, Albane quedó impresionada por la madurez de los niños que conoció: trabajan en el campo y gestionan el caótico tráfico. «Percibimos una sabiduría en su actitud y en sus ojos, pero al mismo tiempo corren detrás del autobús y nos saludan como niños».

La emoción también es palpable en los ojos de Adèle, tras un momento de oración compartido con los católicos coptos de Al-Maris, frente a las ruinas de la iglesia del pueblo destruida unos meses antes. Todavía se está investigando si fue un accidente o un acto intencionado, pero para la estudiante, este momento de oración «calma los corazones antes de reconstruir la iglesia piedra a piedra. Sólo hemos venido a decirles que estamos con ellos, añade, conmovida. Minoría entre las minorías, los coptos católicos representan alrededor del 1% de los coptos de Egipto.

Junto a las celdas de los hermanos que ahora se han alejado de la ermita hay iglesias coptas, delante de las cuales hay que descalzarse para entrar. Suelos enmoquetados y oraciones de rodillas para quien lo desee. «Es confuso, porque el rito copto tiene muchas diferencias con el nuestro, pero al mismo tiempo mucho en común», dice Gabrielle, de 25 años, fascinada. «Abre aún más nuestro estado de ánimo de pequeños franceses que podrían pensar que el cristianismo nació en París, en Francia». En el monasterio sirio, cuyos frescos han sido cubiertos y repintados a lo largo de los siglos y las incursiones, Adèle se siente pequeña ante la historia centenaria de la Iglesia.

Crédito de la nota: Vatican News.