“Tras varios años de intenso trabajo, algunos niños discapacitados han sido admitidos en la escuela primaria y secundaria.
Esto es una gran alegría para nosotros, porque antes los niños discapacitados estaban escondidos en chozas, ahora son libres y tienen más confianza, porque pueden aprender a escribir y leer como los demás niños. Sus familias han entendido el significado de esta escuela y ahora también el gobierno, que quiere crear nuevas instalaciones para este fin”.
Explicó la hermana Dalmazia Colombo, misionera de la Consolata, hablando del proyecto “Una escuela para todos” activo en el país de Yibuti, dedicado a la inclusión y escolarización de niños y jóvenes con discapacidad.
Las hermanas están presentes en Yibuti desde hace doce años: “Abrimos una misión aquí en noviembre de 2009 -cuenta la hermana Dalmazia- para llevar el Evangelio y estar al servicio de los más pobres”. “Actualmente somos cinco hermanas y trabajamos en las áreas de salud, en el hospital local, y de formación. En esta área estamos involucradas en la escuela de costura, que ofrece a las jóvenes y a las madres, además de programas específicos, cursos de alfabetización, para darles la oportunidad de crear un futuro y mantener a sus familias con dignidad. También colaboramos con la diócesis para ofrecer formación a quienes, por diversas razones, no han podido acceder a la escuela pública”.
En Yibuti, muchos niños discapacitados no pueden ir a la escuela: sólo entre el 5 y el 10% se inscriben en los cursos regulares. El resultado es que no más del 5% de los adultos discapacitados son capaces de leer y escribir correctamente.
“Para ayudar a estos niños y jóvenes a tener una vida lo más serena posible en 2013, en la diócesis de Ali Sabieh, abrimos este espacio educativo que tiene como objetivos el cuidado, la educación y la rehabilitación de niños con discapacidades o necesidades especiales, en situaciones como la epilepsia, el Síndrome de Down, la parálisis cerebral y el autismo”, añadió la hermana.
“A lo largo de estos años muchos niños discapacitados han sido rehabilitados en el centro, algunos de los cuales han vuelto a sus casas, a sus familias, reintegrándose en la sociedad”. En este contexto, las Hermanas Misioneras de la Consolata intentan implicar a las familias mediante la creación de redes, de modo que las familias puedan ayudarse mutuamente: “Así se recrea esa familia ‘extensa’ que es uno de los pilares de la sociedad africana y que funciona como una especie de ‘amortiguador social’, gracias al cual la persona discapacitada nunca está sola y, aunque los padres o los hermanos no puedan ocuparse de ella, sigue encontrando ayuda”.
“Nuestro objetivo es también transmitir una imagen diferente de la discapacidad, para que la gente entienda que quienes viven con una discapacidad son un recurso y no una vergüenza que hay que ocultar”, concluyó la misionera.
Fuente de la nota: Agencia Fides.
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