El próximo 24 de julio tendrá lugar, en la Catedral de San Esteban de Brisbane, Australia, una celebración eucarística con motivo de los cien años del fallecimiento de Eileen O’Connor, la sierva de Dios que fundó una congregación religiosa, a pesar de pasarse toda su vida en una silla de ruedas.
Nacida en un suburbio de Richmond, un barrio de Melbourne el 19 de febrero de 1892, Eileen Rosaline O’Connor era la mayor de cuatro hijos de padres irlandeses, Charles y Annie O’Connor. Tras una caída a los tres años, que le afectó la columna se quedó paralítica el resto de su vida. No sería esta su única cruz, porque también se le diagnosticaría mielitis transversa – lo que le producía dolores constantes – que la obligó a someterse a innumerables operaciones con poco éxito. Fue su fe la que la consoló en todas estas situaciones, con una devoción inquebrantable a Nuestra Señora y una voluntad decidida a soportar toda una vida de sufrimiento.
De Melbourne la familia se mudó a Sídney cuando Eileen tenía 10 años. En 1911 moriría su padre, lo que llevó a que la familia soportara muchas penurias económicas. Los O’Connor buscaron la ayuda del párroco de la parroquia de Coogee, cerca de Sídney, el padre Edward McGrath, miembro de los Misioneros del Sagrado Corazón.
El P. McGrath encontró donde acomodar a la familia y se sintió inspirado por el coraje con el que Eileen enfrentaba su discapacidad. Fue en esa época cuando Eileen tuvo la primera aparición de la Santísima Virgen María, quien la animó a aceptar su sufrimiento por el bien de los demás. Una de las pocas personas con las que habló de la aparición fue el padre McGrath. El sacerdote compartía su profunda devoción a María y el deseo de establecer un ministerio de cuidado compasivo de enfermos pobres enfermos a los que se atendiera en su propio hogar, todo en honor de la Virgen.
De hecho, Nuestra Señora le había presentado tres opciones a Eileen: ir al cielo con ella, permanecer en la tierra viviendo una “vida normal”, con buena salud, o, finalmente, permanecer en la tierra y ofrecer su vida por el bien de los demás. Esta fue su elección. Y el 15 de abril de 1913, las Enfermeras de Nuestra Señora para los Pobres comenzaron su labor en una casa alquilada en Coogee, que pronto se conoció como el Hogar de Nuestra Señora. La sociedad más tarde serviría como convento para la nueva congregación con Eileen O’Connor como su primera superiora, supervisando y dirigiendo su trabajo desde su cama. Pronto recibirían apoyo financiero de bienhechores, una ayuda que les permitió ampliar su labor caritativa.
Fue entonces cuando surgieron acusaciones de una relación inapropiada entre Eileen O’Connor y el P. McGrath. Todos los que conocían tanto a Eileen como al P. McGrath las consideraron escandalosas. Se ordenó al padre McGrath que pusiera fin a su relación con Eileen O’Connor y con la nueva congregación. Las autoridades eclesiásticas amenazaron a Eileen con la excomunión si interponía acciones legales por difamación. Los dos, Eileen y el P. McGrath, viajaron a Roma en 1915, donde el caso del P. McGrath fue apelado con éxito en la Congregación de Religiosos.
El Papa Benedicto XV recibió a Eileen en audiencia, y ella le habló de las Enfermeras de Nuestra Señora para los Pobres y su misión en Australia. Eileen influyó en la decisión de reintegrar al padre Edward McGrath como Misionero del Sagrado Corazón, pero no pudo regresar a Australia por cerca de 30 años. Se unió al ejército británico y sirvió como capellán militar durante la Primera Guerra Mundial. Sería galardonado con una Cruz Militar y recomendado para la Cruz Victoria, por repetidos actos de valentía bajo el fuego enemigo.
Una vez anuladas las acusaciones, Eileen volvió a Australia, y la congregación siguió creciendo con su ejemplo y liderazgo. Se ganaría el apodo de la “Madrecita”, un modo cariñoso de hacer referencia a su baja estatura. Moriría el 10 de enero de 1921 de mielitis transversa tuberculosa de la columna. Tenía 28 años. En diciembre de 1936, 16 años después de su muerte, los restos de Eileen fueron trasladados a la capilla de Casa de Nuestra Señora en Coogee.
El 19 de agosto de 2018, la Santa Sede le otorgó el título de Sierva de Dios, un paso clave en la causa de canonización de la primera fundadora “paralítica”. El 20 de febrero de 2020, más de un millar de personas celebraron, con una Eucaristía en la Catedral de Santa María de Sídney, la apertura formal de su causa de canonización.
Crédito de la nota: OMPRESS.
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