La corona de Adviento no es una tradición antigua. Parece que apareció por primera vez entre los luteranos alemanes en el siglo XVI, pero fue introducida incluso más tarde, en 1839, por el pastor protestante Johann Hinrich Wichern, quien fue uno de los fundadores de la «Home Mission» (Misión Doméstica), un movimiento pionero en Alemania relacionado con la pastoral urbana. La primera corona era una gran rueda de madera con muchas más velas, veinte pequeñas para los días de semana y cuatro para los domingos. Más tarde, esta tradición típica de las iglesias protestantes alemanas fue adoptada también por las iglesias católicas. Al principio sólo se encontraba en lugares eclesiásticos, pero con el tiempo entró en los hogares de todo el mundo.
El Adviento, las velas y los días de espera
Se dice que los niños del orfanato dieron la idea al pastor Wichern. Esos niños no dejaban de preguntarle cuántos días faltaban para la Navidad. Y efectivamente, con sus velas que se encienden cada domingo, la corona de Adviento marca el paso del tiempo.
Una canción infantil tradicional muy querida por los niños alemanes lo explica de forma muy sencilla y eficaz:
Advent, Advent,
ein Lichtlein brennt.
Erst eins, dann zwei,
dann drei, dann vier,
dann steht das Christkind vor der Tür.
Adviento, Adviento,
arde una pequeña luz arde.
Primero una, luego dos,
luego tres, luego cuatro,
y el Niño Jesús está en la puerta.
La forma circular
Los símbolos ayudan al hombre a descifrar el misterio. La corona de Adviento ayuda a hacer visible el tiempo de espera y de llegar a estar juntos. Su forma circular hace referencia al principio y al final, alfa y omega, dentro de la eternidad y la unidad. Un giro que siempre vuelve y que lleva, en sí mismo, la perfección divina. Es un símbolo del amor infinito del Señor.
Ramas de pino y abeto
En pleno invierno, la naturaleza desvanece sus colores, pero resplandece con sus plantas siempre verdes, que no se marchitan. Por ello, la corona está hecha de ramas de pino y abeto para recordarnos la vitalidad y la esperanza.
Velas
En la familia reunida le corresponde encender las velas al más pequeño. Hoy en día, la mayoría de ellas son rojas, el color típico de la Navidad, pero si se quiere seguir el tiempo litúrgico, las dos primeras deben ser de color violeta y la tercera de color rosa, como las vestimentas de los sacerdotes. La eventual, y menos común, quinta vela para el día de Navidad debería ser blanca.
El color violeta recuerda el significado original y más profundo del Adviento, que originalmente consistía en prepararse para la Navidad mediante el ayuno y la penitencia, mientras que el rosa alude a la alegría y el blanco a la pureza absoluta de Jesús, la luz del mundo.
El significado de la primera vela
Al comienzo de la primera semana de Adviento, encendemos la primera vela, la de la esperanza, llamada «del Profeta», porque recuerda las profecías sobre la venida del Mesías. Es aún una pequeña luz, pero ya arde con la «más pequeña de las virtudes, pero la más fuerte», como definió el papa Francisco la esperanza, oculta, pero tenaz y paciente. Nos da la certeza de que la oscuridad desaparecerá en la luz.
Crédito de la nota: Vatican News.
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