En todo el mundo hay quizá solo una monja que cuando se despierta, cada mañana, tiene como primera tarea ocuparse de la limpieza de los establos. Sin excepción, también el día de Navidad. Pero este no es el único elemento sorprendente de la vida de sor Mary Joy.
Nació a inicios de los años 50 y creció en Battle, en el este de Sussex, la verde Inglaterra, a unos 80 km al sureste de Londres.
Su infancia y adolescencia fueron bastante normales, en el sentido de que la opción de ser monja algún día albergaba en su mente a la par que la de ser entrenadora de elefantes o campeona olímpica de lanzamiento de martillo.
Sus experiencias escolares no fueron brillantes debido a su dislexia, que en aquella época no era reconocida como tal. Quizá precisamente por esto desarrolló más bien una bonita actitud «para hacer cosas y a aprender a través de los caballos».
Trabajando en la granja familiar junto a los cuadrúpedos, aprendió a comunicarse con más fluidez, y se dio cuenta de que ese era un método que se podía exportar a muchos otros niños con discapacidades similares.
Mary se volvió famosa en 1979, cuando a sus 25 años respondió a una solicitud de trabajo en el cuerpo nacional de Bomberos. De este modo se convirtió en la primera mujer bombero en tiempo de paz en toda Europa. Se encontró así pasando sus días entre el establo y el camión de bomberos, siempre lista para dejar sus caballos cada vez que sonaba la alarma.
Dar a los demás otra oportunidad
Mientras tanto, cada vez más niños y niñas con necesidades educativas especiales acudían a la granja y les enseñaban a cabalgar y cuidar a los caballos. Algunos venían de condiciones sociales y familiares muy difíciles, otros venían de Londres, otros se quedaban el fin de semana. Un mundo completamente nuevo para estos jóvenes que descubrían la existencia de una forma de relacionarse con los animales, no menos importante y útil que la que existe con los humanos.
A través de caballos y ponis, Mary pudo ofrecerles a estos chicos una nueva oportunidad, otra oportunidad. Esta enseñanza fue, y sigue siendo, muy importante en la vida de la religiosa.
«Mi vida era excitante y estaba llena de cosas bonitas», dice Mary Joy recordando los años pasados trabajando como bombera. Pero ese trabajo no era solo una aventura original. Al encontrarse en más de una ocasión en situaciones de grave peligro, se fue formando en ella una conciencia más profunda sobre el sentido de la vida, y sobre los caminos que se le presentaban para vivirla plenamente.
Fue así que, a través de esas experiencias, su fe y confianza en Dios pudieron primero asomarse y después desarrollarse, «no sin la ayuda fundamental de la Gracia divina», añade hoy.
Seguir un proyecto divino
Casi naturalmente se encontró ocho años más tarde decidiendo dejar a los bomberos para entrar como novicia entre las Hermanas del Niño Jesús, una congregación femenina fundada en Francia por el beato Nicolás Barrè y hoy presente en todo el mundo, que se ocupa principalmente de la formación educativa de los jóvenes procedentes de condiciones de marginalidad.
Un tiempo antes sus padres campesinos habían dejado este mundo encomendándole la tarea de seguir ocupándose del cuidado «de esos bellísimos animales que tanto habían significado para ella y para tantos chicos».
Después de su primer encargo en una escuela de Liverpool, con el permiso de las superioras, Mary Joy inició, tan solo con tres ponis, una escuela de equitación. En ese periodo la religiosa estaba comprometida con la recolección de fondos para un proyecto caritativo de la Congregación en Perú, pero fueron las mismas monjas peruanas las que le dijeron que «no quitara recursos de su bonita y generosa iniciativa de hipoterapia para estos niños desfavoercidos».
Encontró un terreno abandonado y, con la generosa ayuda económica de muchos, logró realizar un centro hípico con algún edificio, los establos, los servicios, la energía. Pero el ingrediente principal fue el entusiasmo: «el mío y el de quienes asistían al centro y habían comprendido la utilidad social».
Un sueño hecho realidad
Hoy, 30 años después, el Wormwood Scrubs Pony Centre sigue desarrollando con éxito su función, hospedando a docenas de caballos, ponis, asnos, perros y gatos, y algunos trabajadores y voluntarios.
Con el tiempo se realizó también una pista para cabalgar bajo techo durante el invierno. El Centro ahora es reconocido por estudiantes con necesidades educativas especiales, por jóvenes adultos con problemas mentales o dificultades de aprendizaje. Incluso personas maduras con déficits cognitivos y discapacidades físicas se benefician de la hipoterapia.
Sor Mary Joy ha desarrollado a lo largo de los años programas de aprendizaje específicos, que están dirigidos no solo a una formación educativa sino sobre todo a esas competencias básicas que sirven para llevar una buena vida. De esto modo existen cursos específicos de educación ambiental, seguridad en los incendios, primeros auxilios, cuidado de los animales, y obviamente entre ellos, caballos y ponis en primer lugar.
Sor Mary Joy, ijs, ha recibido muchos reconocimientos por su actividad a favor de las personas discapacitadas, incluida la British Empire Medal de la Reina «por su trabajo a favor de los niños con discapacidad y desafortunados».
Se estima que más de 11 mil personas se han beneficiado de la vida intensa y generosa de esta monja, frecuentando el Centro a lo largo de los años. «Si eres capaz de soñar, sucederá lo que deseas», nos dice.
«Todo lo que ves nunca se habría hecho realidad si yo lo hubiera programado. Pero yo simplemente lo soñé. Y les enseño a estos chicos que incluso los que tienen el peso de una discapacidad, si saben soñar pueden lograr grandes cosas».
Crédito de la nota: Vatican News.
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