En ella, el Papa explicaba las razones de este doctorado, que no es honoris causa, como los que ocasionalmente conceden las universidades, sino más bien, como apunta el propio título del documento, amoris causa: por causa de un amor que es don de Dios y que ella recibió haciéndose como niña ante Él.
Así recuerda la propia Teresa el descubrimiento de su misión: «¡Jesús, amor mío…, al fin he encontrado mi vocación! ¡Mi vocación es el amor…! Sí, he encontrado mi puesto en la Iglesia, y ese puesto, Dios mío, eres Tú quien me lo ha dado… En el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el amor… Así lo seré todo…» (Manuscrito B, 3v). Y, en efecto, como resume san Juan Pablo II, haciéndose eco de otras palabras de ella, «Teresa conoció a Jesús, lo amó y lo hizo amar». De este modo, la santa de Lisieux nos muestra una unidad entre lo que se cree, lo que se vive y lo que se comparte por la misión, haciendo de ella toda una «maestra de vida espiritual», según dice también el Papa.
Hay que recordar que santa Teresa de Lisieux —santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz o, simplemente, santa Teresita—, además de Patrona de las Misiones, es Patrona «específica» de la Obra Misional Pontificia de San Pedro Apóstol, que vela por las vocaciones nativas. Y también, que, siendo niña, fue inscrita en la Obra de la Santa Infancia, lo que debió de contribuir a esa vivencia de fe que acabó plasmándose en lo que conocemos como el «caminito de la infancia espiritual». Como el mismo san Juan Pablo II dijo de ella en una homilía en Lisieux, el 2 de junio de 1980, «precisamente esta “pequeñez” que tanto amaba, la pequeñez del niño, le abrió generosamente toda la grandeza de la misión divina de la salvación, que es la misión eterna de la Iglesia».
El aniversario de esta proclamación de santa Teresita como doctora, por cierto, la más joven de la Iglesia, tiene lugar el día 19 de octubre, en que se conmemora a los santos misioneros conocidos como los «Mártires Canadienses». Son los sacerdotes Juan de Brébeuf e Isaac Jogues y otros seis compañeros jesuitas, que entregaron su vida en América del Norte en el siglo XVII.
Crédito de la nota: OMPRESS.
Más historias
Acutis y Frassati, el millenial y el estudiante que serán santos en el Jubileo
Escuelas en riesgo por los desastres naturales en Filipinas
Pakistán: hacia la beatificación del joven Akash Bashir