Por: Christian Fernando Muñoz Lara, seminarista comboniano
Este año fue una experiencia particular y fascinante, fue una semana llena de anécdotas, vivencias y muchas cosas más. Las comunidades que nos recibieron se sitúan en Zacatecas, nunca habíamos compartido una semana de nuestra vida en un lugar como ese. En total asistimos a cinco poblaciones pertenecientes a la parroquia de Gualterio, Zacatecas. Son rancherías con gran riqueza en la fe, lugares pequeños y muy bonitos que no sobrepasaban las cien personas, enclaves con pintorescos tonos amarillos del pasto seco y pinos verdes de la Sierra de Órganos, en fin, un lugar maravilloso.
La comunidad a la que fui destinado tiene un nombre muy curioso, Agua de la Vieja; era un pequeño y caluroso lugar donde estuvimos tres seminaristas (Ángel, Miguel y yo) y vivimos grandes experiencias al realizar entre los tres las actividades de dicha semana.
Domingo de Ramos
El domingo temprano llegamos a la capilla, que nos quedaba a unos 10 metros de la casa donde nos hospedaron. Es un templo muy bonito de color verde y con un cupo máximo de unas 70 personas bajo el patronato de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Poco a poco nos familiarizamos con el lugar, adornamos y pusimos algunas palmas en el altar.
Tuvimos la celebración del Domingo de Ramos por la mañana, y fue una misa muy bonita, llena de alegría, esperanza, emoción y un montón de sentimientos provocados por la idea de pensar en todo lo que haríamos esa semana.
Lunes, martes y miércoles santo
Fueron días cortos, porque tuvimos varias actividades, como temas sobre la Semana Santa, visitas a casas, celebración de la Palabra, planeación para el día siguiente, etcétera. Organizamos los horarios de los temas, pusimos a los niños a la 1 de la tarde, a los adultos a las 5:15 de la tarde y a los jóvenes a las 7 de la noche. A las 6 de la tarde realizábamos la celebración de la Palabra, la cual fue una experiencia enriquecedora y llena de muchos aprendizajes. Lo mejor fue conocer a las personas que después nos abrieron las puertas de sus casas y de su corazón y nos hicimos como de la familia.
Jueves Santo
Iniciamos muy de mañana dando una caminata al cerro, acompañados de algunos jóvenes de la comunidad que nos ayudaron bastante durante la semana y con quienes forjamos un lazo de amistad. Me pareció fascinante conocer personas que nos abrieran su corazón.
La celebración fue muy bonita, todo de acuerdo a lo que habíamos planeado. Preparamos a la comunidad, en especial a los niños, para vivir esta misa. Algo que se me quedó muy grabado fue que el padre nos tomó en cuenta para el lavatorio de los pies. Y más allá de lo bonito, fue el significado de entender cómo lo hizo Jesús y en cómo yo le lavaba los pies a alguien más. Fue una lluvia de sentimientos.
Después de la misa tuvimos un pequeño momento de adoración al Santísimo, que posteriormente se veló hasta las 12 de la noche. Nos contaba la comunidad que era una tradición realizarlo de esa forma, cosa muy curiosa para nosotros.
Viernes Santo
Empezamos el viacrucis a las 10 de la mañana. Decidimos no rezarlo de manera «viviente», sino de tipo «vocacional», que es algo más cercano a las personas y no tanto como un espectáculo, como en el que se tornan algunos viacrucis. Al principio, les pareció raro y no sabían cómo participar (ya que el viacrucis se realiza con la participación de la gente), pero luego se animaron y resultó ser uno de los viacrucis más bonitos en los que he participado.
De igual forma, el padre nos tomó en cuenta para la celebración y nos invitó a postrarnos con él al inicio de la celebración. Terminada la adoración de la cruz tuvimos el rosario de pésame y con esto prácticamente terminó nuestro día.
Sábado Santo
También ese día comenzó desde temprano. Visitamos una mina de cuarzos a la que nos había invitado una familia. Era una cueva muy bonita, brillante y espeluznante, donde pasamos un rato agradable. Me gustó mucho comprender cómo Dios se hace presente de una u otra forma, cómo Él toca los corazones de las personas y las anima a realizar cosas que no habían pensado; por ejemplo, el hecho de brindarnos techo, comida, cariño y afecto. Dios se hace presente y da desde un «corazón bondadoso». Todo esto durante la mañana, un poco ajetreados, ¡pero bien paseados!
Tuvimos la celebración de la Pascua de Resurrección a las 6 de la tarde y fue una misa muy bonita; fue satisfactorio ver la capilla adornada y completamente llena, así como ayudar a organizar las actividades de Semana Santa. Prácticamente, al finalizar la celebración terminaba nuestra experiencia misionera.
Domingo de Resurrección
Fue el último día en esa comunidad. Con la celebración de la Palabra dábamos por terminada nuestra experiencia misionera. Fue una ceremonia emotiva y me sentí orgulloso de ver lo que habíamos realizado y por los logros obtenidos; ahora debía despedirme de quienes se convirtieron en mi familia y de la comunidad que amablemente nos abrió sus puertas.
La misión es una experiencia para valientes que nos enseña a poner todo de nuestra parte. Aquí es donde te conoces y conoces a los demás, es donde tus miedos se quedan atrás y logras verlos como si nada. La experiencia de misión no es una semana de vacaciones en otro estado del país, sino una semana de prueba, donde debes sacar lo mejor de ti mismo, para que, al final, quedes con una dicha inmensa que nadie podrá quitarte.
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