Hola, soy Ángel Vázquez y les contaré mi testimonio vocacional.
Todo comenzó en el momento el que entré a mi capilla como ayudante. Pero antes de eso, les cuento que yo nada más iba a misa con mi mamá los domingos y días importantes. Fue hasta que nos cambiamos de casa, y empezamos a acudir a la capilla que nos quedaba cerca, que una señora, llamada Alejandra, al salir de misa me invitó a participar en las misas y acepté.
La señora Alejandra me explicó cómo funcionaban las cosas, me dio los horarios y me dijo cómo era el uniforme (camisa blanca y pantalón de vestir). En ese entonces yo iba en tercero de secundaria.
Un domingo realicé mi primer servicio en la capilla, sería la colecta. Después de cada misa, realizamos el aseo. Conocí a todo el equipo de personas que ayudaban en la capilla y eran muy buena onda. En poco tiempo, aprendí a realizar todos los servicios y fui el encargado del turiferario, junto con otro amigo. Los dos, al acabar con nuestro deber en la misa, nos íbamos por un helado o a su casa ya que estaba muy cerca.
Pero un día llegó a la capilla el padre Filomeno Ceja, a suplir al párroco que tuvo que irse a China. Llegó con un joven que se preparaba para ser sacerdote. Yo no sabía que eran misioneros. No sabía nada sobre cómo se preparaban los sacerdotes. Ese día, al finalizar la misa, estuvimos platicando en la explanada de la capilla, en donde la comunidad vende varios productos con el fin de obtener dinero que se destina a la capilla. Ahí, en la charla salió el tema del seminario.
Me hablaron sobre qué era y todo eso ya que no sabía nada y también me comentaron que pronto comenzaría el preseminario. Luego se fue el padre Filomeno, pero antes intercambiamos números de celular para que me ofreciera más información sobre el preseminario y el seminario, ya que me pareció muy interesante.
Poco después, hablé con mi familia y decidí asistir al preseminario. El padre Filo y yo nos pusimos de acuerdo, ya que soy de Morelia, Michoacán, y el Seminario Combonianos está en Sahuayo. Hice como cuatro o cinco horas de viaje por las paradas. Y pasó la semana del preseminario, regresé a mi casa y platiqué con mi mamá sobre cómo me había ido y cómo me había sentido con la experiencia.
Transcurrieron unas semanas y el padre Filomeno nuevamente se puso en contacto conmigo y mi familia y me invitó a entrar a la preparatoria en el Seminario. Me dijo que lo pensara y que luego se comunicaría conmigo.
Me agradó la invitación, pero me preocupaba que no vería diariamente a mi familia como antes. Nunca había estado lejos de mi familia. Así que lo pensé y lo pensé. Y volvió a llamar el padre Filo para conocer mi respuesta. Al final dije que sí entraría, ya que mi mamá me convenció para irme al Seminario. Así fue cómo entré.
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