Continuando con el ciclo de catequesis dedicado a la pasión de anunciar el Evangelio, el Pontífice recordó la incomparable historia de la santa sudanesa para mostrar cómo en la experiencia cristiana el perdón se convierte en «fuente de un celo que se hace misericordia y llama a una santidad humilde y alegre».
Nacida en 1869 en el «martirizado Darfur», la futura Santa –ha recordado el Papa– fue secuestrada de su familia cuando tenía siete años y esclavizada. Pasó a través de ocho dueños, desde pequeña sufrió malicias y violencias que le dejaron en el cuerpo «más de cien cicatrices».
El obispo de Roma también ha subrayado como «a menudo la persona herida a su vez hiere; el oprimido se convierte fácilmente en opresor». En Bakhita, el amor gratuito de Cristo cumple el milagro que la libera de los pensamientos de resentimiento y rencor. De este modo la vida cristiana de Bakhita da testimonio de que «la vocación de los oprimidos es la de liberarse a sí mismo y de los opresores convirtiéndose en restauradores de humanidad, porque solo en la debilidad de los opresores se puede revelar la fuerza del amor de Dios que libera a ambos». Al encontrarse con el amor de Jesús, fruto de la contemplación de un pequeño crucifijo recibido como regalo, Bakhita experimenta «una liberación interior porque se siente comprendida y amada y por tanto capaz de comprender y amar. Esto es el inicio.
Convertida al cristianismo, Josefina Bakhita es transformada por las palabras de Cristo que medita a diario: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen». «Si Judas hubiera pedido perdón a Jesús –decía la futura Santa– también él habría encontrado misericordia».
Podemos decir que la vida de santa Bakhita se convirtió en una parábola existencial del perdón. Qué hermoso es decir que una persona «ha sido capaz de perdonar siempre… Perdonar porque después nosotros seremos perdonados. No olvidar esto: el perdón es la caricia de Dios a todos nosotros».
Y el perdón, «primero recibido a través del amor misericordioso de Dios, y después el perdón dado la ha hecho una mujer libre, alegre, capaz de amar». Hasta la plenitud de llegar a vivir el servicio ofrecido incansablemente a los demás «no como una esclavitud, sino como expresión del don libre de sí». Separada de la familia y convertida en sierva a la fuerza –ha recordado el papa Francisco en su catequesis– Bakhita «después elige libremente hacerse sierva, llevar las cargas de los demás sobre sus hombros».
Al final de la Audiencia General, antes de dirigir un saludo a los peregrinos de lengua italiana presentes en la Plaza de San Pedro, el papa Francisco ha hablado de las atrocidades que vuelven a atormentar a las poblaciones de Tierra Santa. «Estoy siguiendo con lágrimas y preocupación lo que está sucediendo en Israel y Palestina», ha dicho el Papa. «Rezo por esas familias que han visto transformar un día de fiesta en un día de luto».
Además el obispo de Roma ha pedido «que los secuestrados sean liberados inmediatamente». Luego recordando que «defenderse es un derecho de quien es atacado», ha añadido «estoy muy preocupado por el asedio total en el que viven los palestinos en Gaza, donde también ha habido muchas víctimas inocentes. El terrorismo y los extremismos no ayudan a alcanzar una solución al conflicto entre israelíes y palestinos, sino que alimentan el odio, la violencia, la venganza, y solo hacen sufrir a los unos y a los otros». «Oriente Medio no necesita guerra, sino paz, una paz construida en la justicia, en el diálogo y en la valentía de la fraternidad», concluyó el Papa.
Crédito de la nota: Agencia Fides.
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