«Temo solo una cosa, tener que enterrar a alguno de los niños que cuidamos», afirmó la Hna. Viktoriya. Desde los primeros momentos después de la agresión rusa en Ucrania, comenzó a crear refugios seguros para madres con niños pequeños y mujeres embarazadas.
El refugio en la estación y los ángeles de la alegría
«Durante la primera semana de bombardeos, estábamos en el sótano, asustadas, y pensando en cómo ayudar a nuestros hijos», contó. Más tarde, se dirigió a la estación de tren, donde se detenían los refugiados del este de Ucrania. Una mujer que conoció por casualidad le dijo que había preparado una habitación para madres con hijos, donde podían sentirse seguras.
Empezó a cuidar de los hijos de los desplazados que se habían refugiado en Vinnytsia. Reunió a un grupo de voluntarios y comenzó a organizar juegos: «Quería sacar a los niños de la tristeza en la que estaban atrapados». Señaló que la guerra impone a los niños un régimen difícil de soportar: no pueden ir a la escuela ni salir a jugar. Para formalizar el proyecto que comenzaba a tomar formas concretas, la monja se unió al Servicio de Emergencia Cristiano, establecido en Kiev para ayudar a las personas después del estallido de la guerra. En ella ha creado un cuerpo de ayuda a los niños llamado «Los Ángeles de la Alegría».
La vocación angélica
El nombre no es aleatorio. La hermana Viktoriya pertenece a la Congregación de las Hermanas de los Ángeles, fundada en 1889 cuando la Iglesia fue duramente perseguida por el zar ruso. Las conoció gracias a su tía materna: «Cuando mi tía venía a vernos, daba un excelente testimonio y yo decidí seguir sus pasos».
En 2005 hizo sus primeros votos. Estudió Pedagogía, lo que le dio un nuevo rumbo a su vida. «Trabajar con niños es mi pasión, es una tarea de mucha responsabilidad, además los padres nos comparten sus alegrías, confiando en que están seguros y que serán educados en los más altos valores», dijo.
La hermana confiesa que ya había tenido una buena escuela en casa, donde cuidó a cuatro hermanos menores. Una de sus hermanas, siguiendo sus huellas, ha entrado en las Hermanas de los Ángeles.
La monja que devuelve la sonrisa
Actualmente, la religiosa trabaja en Zhytomyr, pero con sus ángeles de la alegría viaja continuamente a las zonas liberadas. La ayuda se dirige principalmente a los niños desplazados, procedentes de familias cuyos padres murieron en la guerra. Cada vez, de 50 a 70 niños participan en el proyecto «Aventuras Angélicas».
«Llegamos temprano, decoramos la habitación con globos, llevamos la máquina de algodón de azúcar y los perritos calientes, y comienzan los juegos», dice la hermana. Cada uno de los niños recibe una aureola, y la monja junto con los voluntarios les cuenta a los pequeños sobre los ángeles y su misión, y que cada uno de nosotros puede ser un ángel para el prójimo. Durante el juego, también aparece un pastel para los niños que celebran su cumpleaños: «Les devolvemos un sustituto de la normalidad, pensamos en las pequeñas cosas que los padres ya no tienen fuerzas para cuidar». Confiesa que su corazón se rompe cuando los niños reciben regalos sin la menor emoción en la cara, sin una sonrisa. «Se necesita mucho tiempo y paciencia para que la tristeza disminuya», dijo.
Recuerda las lágrimas de las madres que ven a sus hijos sonreír de nuevo. Esta es la mayor recompensa para los ángeles de la alegría. Entre los voluntarios se encuentran, entre otros, madres y padres que llevan a sus hijos a aventuras angélicas. «Es un testimonio increíblemente edificante ver a sus padres servir a los necesitados», finalizó la hermana Viktoriya.
Crédito de la nota: Vatican News.
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