21 noviembre, 2024

La alegría y la sencillez de los niños de Járkov, Ucrania

La hermana Oleksiya, de la Congregación de San José, desde 2018 está cerca de los más pequeños de una de las ciudades más castigadas por los bombardeos rusos.

En medio de las numerosas ruinas causadas por los bombardeos recurrentes y en medio del sufrimiento de la población, las hermanas Oleksia y Daria Panast intentan consolar a quienes encuentran. Uno de los servicios más importantes es, sin duda, el trabajo con niños, jóvenes y adolescentes en la parroquia greco-católica de San Nicolás.

«Un gran problema –explica la hermana Oleksia–es que, por desgracia, hoy en día en la región de Járkov apenas hay escuelas, guarderías o universidades abiertas y la enseñanza se imparte en línea. Los niños y jóvenes carecen de espacios para comunicarse y socializar. Se han abierto algunas clases en el metro, pero muy pocos infantes tienen la oportunidad de asistir. Por eso intentamos implicar a los más pequeños en algunas actividades de nuestra parroquia. Los mismos padres, desde el comienzo de la guerra, nos han pedido muchas veces que organicemos algunas actividades y catequesis para sus hijos, aunque yo no lo llamaría así, porque con ellos hay que empezar de nuevo. Yo llamo a los padres de estos niños “buscadores de Dios”, son personas que quizá iban poco a la iglesia, o no iban nunca».

Los niños y jóvenes acuden a la parroquia dos veces por semana, los miércoles y los domingos. La hermana Oleksia, que se ocupa de los más pequeños del grupo, cuenta que el domingo 15 de septiembre, les explicó la fiesta de la exaltación de la Santa Cruz, luego vieron un dibujo animado dedicado a este tema, entraron juntos en la iglesia para ver la cruz, y también hicieron un pequeño trabajo: una cruz de papel. «Siempre están muy contentos de hacer estos trabajos –continúa la religiosa–, porque después pueden enseñárselos a sus padres. Una niña, cuyo padre está en el frente, dijo: “Todo lo que hago, se lo envío a él”. Cuando hay buen clima, salimos con los niños a hacer actividades al aire libre y jugamos con ellos».

La religiosa explica que la ayuda humanitaria recibida se distribuye tanto a los habitantes de la ciudad como a los numerosos desplazados que han tenido que huir. «Los niños se ponen muy contentos cuando reciben caramelos y juguetes. A menudo nos preguntan: “¿Llega hoy algún regalo?” Es una celebración para ellos. Una vez, cuando estaba explicando algo a los niños, uno de ellos me preguntó: “¿Cuánto tiempo más vas a seguir hablando?” Le pregunté qué necesitaba y me contestó: “¿Sabes?, ya tengo un poco de hambre”. Por eso quiero agradecer a todos su apoyo material y espiritual. Sé que muchos rezan por nosotros para que podamos aguantar, superar este periodo oscuro. Con esperanza podremos llegar al final de esta guerra».

Crédito de la nota: Vatican News