El mundo de la economía necesita un cambio. No lo cambiarán sólo convirtiéndose en ministros, en premios Nobel o en grandes economistas –todas cosas buenas–, lo cambiarán sobre todo amándolo, a la luz de Dios, inyectándole los valores y la fuerza del bien, con el espíritu evangélico de Francisco de Asís: era hijo de un comerciante, conocía los méritos y los defectos de ese mundo. Amar la economía, amar concretamente a los trabajadores, a los pobres, privilegiando las situaciones de mayor sufrimiento.
No son los grandes y los poderosos los que cambian el mundo, es el amor el primer y mayor factor de cambio. Por eso he querido vincular todo el movimiento de la «Economy of Francesco» en san Francisco de Asís que, despojándose simplemente de todo por amor a Jesús y a los pobres, dio también un nuevo impulso al desarrollo de la economía.
Hoy me gustaría dejarles tres palabras: sean testigos, no tengan miedo, esperen sin cansarse.
Ser testigos. Si quieren que otros jóvenes se acerquen a la economía con sus ideales, será su testimonio de vida el que les atraerá. Sean coherentes en sus elecciones. Háganse apreciar por sus proyectos y realizaciones y no para llegar a ser numerosos y poderosos, sino para transmitir a muchos lo que ustedes han recibido, es decir, la «buena nueva» de que, inspirados por el Evangelio, incluso la economía puede cambiar a mejor.
Segundo: no tener miedo. Repito lo que dije a los jóvenes en la JMJ de Lisboa: «no sean administradores de miedos, sino empresarios de sueños». Lleven los sueños adelante. Hay mucho que hacer, hay que atreverse con nuevas palabras; los cristianos siempre lo han hecho, nunca han tenido miedo a lo nuevo. Saben que Dios es el Señor de la historia. Me duele ver a esos cristianos que se esconden en las sacristías porque tienen miedo del mundo. Esos no son cristianos, son «jubilados» derrotados, no son cristianos.
Tercera palabra: esperar sin cansarse. Sé que no es fácil proponer una nueva economía con un escenario de nuevas y antiguas guerras, mientras prospera la industria de las armas, arrebatando recursos a los pobres. ¿Saben que en algunos países las inversiones que dan más ingresos son las fábricas de armas? Ganar para matar. En estos casos, la democracia se ve amenazada, el populismo y la desigualdad crecen y el planeta está más y más herido. No es fácil, es más, es muy difícil. Quizá a veces tengan la impresión de estar «luchando contra molinos de viento». Así que recordemos lo que Jesús dijo a los discípulos: «No tengan miedo». Él les ayudará y la Iglesia no los dejará solos.
Créanme: merece la pena dedicar su vida a cambiar el mundo a mejor. ¡Adelante! Estoy con ustedes, los acompaño y los bendigo. Y ustedes también, por favor, recen por mí.
Crédito de la nota: Zenit
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