Manos en la tierra, pesados cubos que transportar, palas para cavar y tamizar hasta el último grano en busca de diamantes. Obligados a trabajar en minas a cielo abierto. Esta es la condición de explotación a la que están sometidos miles de niños en Sierra Leona y más de un millón en todo el mundo, según la Organización Internacional del Trabajo.
«Nos quedábamos en la mina hasta las cinco o las seis de la tarde –cuenta Neneh, que ahora tiene 16 años y que iba a trabajar después del colegio– y al final mi padre nos daba algo de dinero para ir a casa y preparar la comida. No teníamos suficiente para comer y no podíamos concentrarnos bien en la escuela. Aunque encontráramos un diamante, no nos daban dinero, sólo material escolar y ropa nueva. No me gustaba ir a las minas, pero no podía negarme».
En el distrito de Kono, en Sierra Leona, donde en 2017 se descubrió uno de los 20 diamantes más grandes del mundo, la riqueza del suelo no alivia la pobreza de las comunidades locales, sino que, por el contrario, es la principal causa del daño del trabajo infantil. Y no es la única esclavitud a la que están sometidos los más jóvenes. De hecho, en el país, muy castigado por la guerra civil que terminó en 2002, se siguen representando a diario otros dramas: el de los niños soldado, así como el de los matrimonios forzados. Así lo denuncia ActionAid que trabaja en el país desde 1988 y colabora con las instituciones para proteger a los menores y reinsertarlos en el sistema escolar.
«Me pongo triste –dice Neneh– cuando veo a mis compañeras en las minas, porque pienso en lo que yo pasé. Las niñas que ni siquiera van a la escuela a menudo acaban quedando embarazadas sin nadie que cuide de ellas». En condiciones de pobreza, las niñas son especialmente vulnerables.
Crédito de la nota: Vatican News
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