15 marzo, 2025

Una voluntaria y sus perros ayudan a los niños ucranianos a superar traumas de guerra

En Odesa, Cáritas ha puesto en marcha sesiones de rehabilitación psicosocial y física para niños con discapacidad, gracias a la ayuda de amigos de cuatro patas seleccionados y adiestrados por una experta que desde niña soñaba con ofrecer un espacio donde enseñar a adultos y niños a comunicarse con ellos. A los medios de comunicación vaticanos cuenta cómo, en medio de la destrucción y los bombardeos diarios, hay personas que trabajan creativamente para apoyar a los demás.

Olena Velychenko nació en Jersón, en el sur de Ucrania, y vivió ahí hasta el comienzo de la invasión rusa. Su sueño desde niña, cuenta en una entrevista a los medios de comunicación vaticanos, era crear un gran centro de adiestramiento canino, donde adultos y niños pudieran acudir con sus amigos de cuatro patas, e incluso los más pequeños que no tuvieran ninguno, para aprender a comunicarse correctamente con ellos.

Gracias al apoyo de amigos y simpatizantes, la joven consiguió abrirlo, pero la guerra la obligó a trasladarse a Odesa, donde continuó con la actividad. Ahí, Olena fue contactada por Cáritas, que le propuso organizar sesiones de «terapia canina» para grupos de niños con discapacidad. «La primera vez que fui tenía dudas», dice la activista, «en el pasado sólo había tenido una experiencia con un niño con una discapacidad mental, mientras que aquí se trataba de un grupo de ocho o diez menores. Pero todo fue muy bien. También había niños desplazados de Jersón, mi ciudad natal. También vinieron sus madres y es muy importante que no sólo el niño, sino también la madre puedan relajarse y obtener alivio emocional comunicándose con el perro», continúa Olena. Muchas madres me dijeron que habían tenido que dejar sus casas y trasladarse a otro lugar. Fue una experiencia muy importante para mí, porque estas historias te tocan profundamente y no te dejan indiferente.

Terapia con perros

Esta terapia puede ser útil para niños y también para adultos que, casi todos los días en Ucrania, no sólo oyen el sonido de las sirenas antiaéreas, sino también el de las explosiones y ven la destrucción con sus propios ojos. Los animales también sufren. Sin embargo, como explica Olena, los perros de terapia no reaccionan a los bombardeos ni a las explosiones, porque para esta actividad se seleccionan aquellos que soportan el estrés y son capaces de soportar altas cargas psicológicas.

«Un perro de terapia no puede ser agresivo con las personas ni con otros animales, aclara Olena. Debe ser sociable, emocionalmente estable, y nosotros seleccionamos y adiestramos precisamente a estos perros. Los nuestros siempre trabajan con alegría y establecen fácilmente contacto con la gente. Por ejemplo, cuando ponemos en el coche el equipo que utilizamos durante las sesiones, los perros ya entienden que estamos a punto de llegar a niños o adultos y eso los hace increíblemente felices. Saltan al coche y están deseando ir».

Efectos beneficiosos para los niños

La activista describe a los niños como muy felices después de las sesiones. Se toman fotos, acarician y abrazan a los perros y a los terapeutas siempre les preguntan cuándo vendrán la próxima vez. «Una vez estaba en el tranvía en Odessa –recuerda Olena– y en una parada se subieron una niña y su papá. Me sonrió y empezó a saludarme. Entonces recordé quién era: Katya, del centro inclusivo de Cáritas. Tiene problemas de habla, pero lo entiende todo. Sólo asistió a una sesión de terapia canina, pero al cabo de tres o cuatro meses me reconoció. Es muy bonito cuando te das cuenta de que le has dado algo bueno a un niño o a un adulto».

Además de momentos de alegría, la interacción con los perros de terapia también da resultados a largo plazo. «Los niños adquieren más confianza en sí mismos», añade. «En el contexto de la guerra, muchos niños se sienten solos. Las familias a menudo tienen que abandonar sus hogares y los niños son arrancados de su escuela, su entorno y sus amigos. Es muy difícil. Lo sé por experiencia propia. Es difícil volver a empezar. Es difícil acostumbrarse a un nuevo lugar, encontrar nuevos amigos. Por eso nuestros cursos ayudan a los niños a ser más activos y a encontrar amigos; hacemos juegos de equipo en los que participan niños y perros y empiezan a comunicarse más entre sí. Como resultado, la ansiedad y la depresión pasan a un segundo plano».

Crédito de la nota: Vatican News